PLAZA DE ABASTOS. Una relectura de los posos de la memoria.
Llega por fin a las librerías españolas Plaza de Abastos (Colección Vandalia, 2022), de la
poeta granadina, Teresa Gómez (Granada, 1960). Un libro escrito hace cuatro décadas, los
poemas del cual circulaban en plaquettes, antologías y revistas, pero que no se había
publicado por diferentes infortunios y tacticismos editoriales.
Después de estos años, leer por fin estos poemas, interiorizados en mi educación
sentimental lectora, me produce una sensación de pausa, de equilibrio con la memoria y su
horizonte. Pues este primer libro de Gómez se inició en un contexto de cambio en la poesía
española, con el nacimiento de la estética de la otra sentimentalidad, una propuesta basada
en un distanciamiento del sujeto lírico ante el foco sentimental, para buscar hablar de la
experiencia emocional con un lenguaje sencillo, cercano al habla cotidiana. Rescataba la
filosofía machadiana, que hablaba de la poesía como aquello que pasa en la calle, es decir,
la poesía buscaba convivir y caminar con naturalidad al lado de la historia.
Se estructura en cuatro partes: Variaciones sobre un tema inesperado, Oferta,
Ocasiones, Demanda. De él dijo el emblemático profesor de la Universidad de Granada,
Juan Carlos Rodríguez, que conseguía crear una auténtica metafísica del cuerpo. Es un
libro sensorial y sensual, donde el cuerpo se hace metáfora del recorrido de las ciudades.
En esa España recién despertada de los sueños de la Transición, la poesía busca explorar
esa nueva redefinición del espacio a través de la experimentación de la libertad. En el
primer poema dirá:
(…)
Apostada en tu cuerpo como en ninguna plaza
donde la espuma llega sin más olas,
sin más tiempo que el justo
para saber tu nombre con certeza.
(…)
En un contexto de búsqueda, de lucha contra una educación sentimental basada en
la opresión, se hace difícil perfilar la esperanza, el camino o espacio donde definirse, que es
el problema del sujeto escindido de la posmodernidad. Así, en el último poema de la
segunda parte, escribe:
Es el momento justo
y fiero
(con treinta y cinco grados en el sur
y no importa la hora que esté dando
ni en qué sitio)
en que no esperas nada.
Y me da la risa,
porque no es la primera vez que no espero nada.
Esta expresión de la desesperanza, o desubicación, de ese paseante de Baudelaire
que se reconoce parte de esa multitud de soledades se expresa en uno de los poemas
icónicos de la autora, Subasta en mi ventana, de la tercera parte:
Hoy
que es uno de esos días
en que la voz del río no cesa de llamarme
y el agua se adelanta
como si fuese el tiempo que no tengo,
tampoco estás aquí.
Pero cruzan la calle caravanas de cuerpos
y no son como el tuyo
que me dejó en la boca la herida de la tarde.
La tuya es una duda sin rastro de cinturas.
Oculta en las aceras como los peatones,
como el sentido de tus noches solo.
Yo vuelvo del mercado
y no tengo una excusa para cerrar la puerta.
Ángeles Mora nos habla en el prólogo de este libro, como luminoso y seductor, con
una voz personal en el movimiento de La otra sentimentalidad, una voz de mujer formada y
entusiasta, capaz de rescatarnos la educación sentimental de una generación que buscaba
trabajo, que buscaba entender el amor y la libertad sin el recato de la censura y la opresión.
Por ello es importante esta relectura, una forma de acercarnos a la historia. Historia que,
pese a la desubicación del individuo, encerraba esperanzas, sueños. Recoge esta idea
Teresa Gómez en la última parte del libro. Cierro con un de esos poemas estas palabras,
invitando a la lectura, esa forma de revivir la historia, de hacer más pequeño y cercano este
presente.
TE PARECES A MÍ CUANDO AMANEZCO
Me levanto descalza entre la ropa,
desdoblo mis vestidos con cuidado,
busco bajo las sillas algo tuyo,
espero a que mi casa se llene de autobuses,
me dirás que el rocío no llega al quinto piso
pero abro la ventana,
trato de recordar alguna cosa,
reconozco mi rostro en el espejo,
me propongo leer a Pasolini
y no perder el tiempo demasiado
ensayando la cara que pondré
cuando te encuentre,
escucho los murmullos que llegan de la calle,
aparto las botellas que dejaste en el suelo,
descubro en los cristales un mensaje,
recojo las cortinas con una cinta roja,
me salgo de la noche
dando
saltos.