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Los Espejos, Las Puertas De La Memoria (Recensão)
Por José Ángel García Caballero Publicado em Espanha, Recensões a 14 de Fevereiro, 2024 734 palavras
Poesia francesa do século XVI Anterior Do livro Palavras sem cicatrizes (Recensão) Seguinte

LOS ESPEJOS, LAS PUERTAS DE LA MEMORIA.

Una lectura de Desvestir el cuerpo de Jesús Cárdenas

Leo con lentitud, como quien degusta una copa, trago a trago. Entiendo que los libros de poemas requieren este ritmo, como una conversación que tiene toda la noche por delante.
Tuve esa sensación cuando llegó a mis manos el último libro de Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaira, 1973), Desvestir el cuerpo (Lastura, 2023). Comencé a leerlo sabiendo que sus poemas no tenían prisa, que podían rondar unas semanas por los brazos del sillón, que teníamos mucho de qué hablar.
Y en efecto, quiero dejar a lo largo de estas líneas pinceladas de esta conversación. Sus poemas, desde el título, nos sugieren una mirada atenta y sincera, un diálogo desnudo que explorará la vida, su tránsito, esa contabilidad de noches y demoras que otorga la conciencia a la existencia.
Estructurado en tres partes semánticamente interconectadas, el poemario nos muestra Todos los espejos; un Cristal ahumado y la Callada ceniza de quien reflexiona sobre lo efímero. Temas clásicos, sí, pero pocas cosas nos quedan más clásicas, más intemporales que la poesía. La música, seguramente, ese germen primero.
Declara, de este modo, intenciones en el primer poema, cuando nos dice:

Sólo resurge lo que fue verdad
cuando se mira hacia adentro.
Cerca del precipicio, una voz insiste
en recorrer
un camino ya transitado.

Los espejos atesorando y delatando nuestras más íntimas realidades, una metáfora universal que no deja de renovarse. Cárdenas la reelabora con cuidado, con palabra tímida, evitando la mayoría de las veces el uso de la primera persona, como quien descorre una cortina distanciado.
Y tras la cortina, hallamos los cuerpos-espejo, de los que habla en el prólogo el crítico José Antonio Olmedo, que devuelven tanto aquello que enfrentan como aquello que guardan.
En esta línea, la segunda parte del libro, Cristal ahumado, continua la relación con los espejos presente desde el inicio del libro. De alguna manera, el título puede sugerir desnudez, cuerpo ante el espejo después de la ducha; puede implicar frontera, territorio sinuoso en la memoria, niebla sobre el recuerdo. El siguiente poema recoge estas ideas:

Ya no huyo de la niebla
ni tampoco de los descuidos,
sino que me adentro
en su vaho de disimulo,
en sus lindes inciertas.
Ya no huyo de la bruma
ni tampoco de su asombro,
sino que me hundo, torpe,
en su laberinto cenagoso;
la imagen desvaída de otros días.

Escribir poesía es tomar conciencia, viajar a través de la memoria. Es lo que hacen los poemas de este libro con meditadas palabras, porque los viajes también tienen su ritmo y Jesús Cárdenas no soslaya este aspecto, sabe que atravesar ese laberinto cenagoso requiere de un orden, un equilibrio en la forma y elaboración de las preguntas que se volverán poemas.
Llega así a la última parte del libro, Callada ceniza, que evoca esa búsqueda entre el tiempo consumido, esa indagación en el yo de otro tiempo que, aunque ceniza, es cimiento. Pues como indica Ramos de la Torre en el epílogo, Cárdenas busca hacer de la casa construída en el libro un lugar habitable. Tomar conciencia es, en efecto, airear la casa, quitar el polvo, abrir las ventanas. Así, en el poema que cierra el libro, dirá:

Hemos recompuesto nuestro refugio.
Abrimos las ventanas y salimos
al balcón para celebrar,
para sentirnos vivos,
como código de presencia:
reivindicamos el seguir aquí.
Un hogar con aroma a clandestino.

Escribía Antonio Machado que de toda la memoria, solo vale/ el don preclaro de evocar los sueños. Siento que es lo que ha hecho en este libro Jesús Cárdenas, un viaje difícil, sinuoso a través del recuerdo para reivindicar esa capacidad de sueño, de amar. Un viaje que, como sugiere el autor, tendrá ese aroma a clandestinidad, pues todo tránsito por la memoria se hace entre penumbras y en soledad. Un libro muy inteligente, con voz humilde, sugerente. De esos poemarios que piden relectura.
Y así sigue el libro en mi sillón, pues sus poemas-espejo me piden que sigamos conversando. Les invito a sumarse a este diálogo, merece la pena.


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