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Mientras dure la luz de Dionisia García (Recensão)
Por José Ángel García Caballero Publicado em Espanha, Literatura, Recensões a 4 de Junho, 2022 658 palavras
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MIENTRAS DURE LA LUZ

Es difícil hablar de la poesía de Dionisia García sin evitar cierto sobrecogimiento, pues nos encontramos ante una de esas obras que el paso del tiempo ha convertido en clásica. Como lector, intérprete, me siento un poco traidor al intentar comentar su último libro, publicado a los 92 años de edad, pues percibo que estoy escarbando en una de esas obras que perdurarán, que estarán expuestas a numerosas lecturas en el correr de los años.
Mientras dure la luz (Renacimiento, 2021) es su último libro. Ya, desde el título, nos habla de un impulso vital, que se encarnará en su propuesta poética, que emana de la contemplación. Escribir es, de este modo, es convivir con el presente, que acumula recuerdos y promesas. No es un ejercicio de melancolía, la poeta simplemente observa y conversa.
De ese diálogo, surgen las contradicciones, las incertidumbres. El primer poema del libro, La respuesta en nosotros, hablará de ello:

En tanto desconcierto me atrevo a suplicar
que vengan los profetas o que alguien
nos diga adónde vamos.
El tiempo, detenido, mientras pasaba Homero;
raudo ahora en desórdenes inútiles,
con esta vida incierta,
entre rabia y costumbre.

El dolor estará presente en toda su poesía, pues es condición de la belleza. Es inevitable no recordar a Rilke, como lo hace Alfonso Levy en el prólogo. Así, la pérdida, lo efímero, aquello destinado a envejecer, se hacen sustrato de esta conversación que se hace vida. El poema Reflejos reflexiona sobre esa idea:

¿Afligidos ahora? Es noble la vejez,
si no llega traspuesta, con sus letras cambiadas,
y mantiene reflejos de las cosas que fueron.

Poeta de factura clásica, fiel heredera de la tradición, consigue en su obra un verdadero homenaje a la contemplación calmada, sin estridencias, pero con dudas, incertezas y dolor, como decíamos antes. Tiene esa virtud de los buenos poetas: saber escuchar. Y quien escucha, es consciente de la historia, sabe que existir es convivir con el recuerdo, que la voluntad de vida es voluntad de memoria. Consciente de ello, una evocación delicadísima de la infancia:

LA ESTACIÓN MEMORABLE

Aquel verano de la infancia,
tantas veces cantado,
ha sido siempre un bien;
el más lento trayecto de la vida.
Las noches eran claras con la luna,
con los puntos de luz allá en el firmamento.

Se instala la estación en un puerto feliz:
las calles sin vallar, espacios libres.
Días interminables, ignorando
la grandeza del mundo a nuestro alcance.

Éramos un ejército inocente,
sin sueños ni promesas.

En nosotros tan solo el ansia de existir.

Transita así por los múltiples estados emocionales que ofrece la memoria, el tiempo ayuda en el ejercicio de distancia que precisa la creación artística. Y en ese recorrido se pregunta también por la escritura poética, manifiesta sus dudas, sobre si la creación la aparta de la frescura del vivir. Responde con sencillez:

CAER EN LA CUENTA

Qué hago aquí perdiéndome la vida,
el rosado color de una luz que se apaga,
su brillo sobre el agua, y la expresión ausente
siguiendo el recorrido de la pluma
acercada al pasado sin cesar,
a esa explanada muerta que nos nutre,
mientras desperdiciamos el frescor del instante,
la belleza fugaz y su secreto.

Y encontramos esa frescura al leer estos poemas, anclados en cotidianeidades, recuerdos, pequeñas cosas que conforman un imaginario vital. Dionisia García es uno de los nombres que perdurarán en la poesía en castellano. No hace ruido, deja poso, versos que invitan a volver, a retomar esa conversación de la que hablábamos. Como los dos con los que acaba el libro:

Cuánto amor en la casa
de los días ya idos.

Será bueno acercarnos a esta casa, la conversación sigue abierta.


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