HIERBAS ANESTÉSICAS EN LA LITERATURA CLÁSICA
(…) Tenía negra la raíz y era blanca como la leche su flor,
llámanla moly los dioses, y es muy difícil de arrancar para un mortal;
pero las deidades lo pueden todo [1] .
Odisea
La literatura clásica hace mención sobre la presencia de hierbas o pócimas para calmar el dolor. En la cuenca del Mediterráneo la preocupación mayor era dirimir la interacción entre el comercio y el conocimiento. El intercambio cultural de los pueblos ejerció un aprendizaje, no solo de la multiplicidad de significados de la palabra para designar o convencer, sino para estimular el uso de ciertas hierbas como paliativo o curación.
La palabra poética fue empleada junto a otros elementos semánticos y explicó la aplicación de dosis exactas que producirían un doble alivio: el del alma y el del cuerpo.
Las civilizaciones fueron atravesando distintos caminos: políticos, económicos, culturales, acompañadas del amplio espectro lingüístico.
Los argumentos que aparecen en primera instancia son aquellos referidos a la preocupación por controlar el dolor.
Un testimonio del pueblo Babilonio, de casi 200 años a. C., manifiesta que es muy valorada la mandrágora, planta de raíz apreciada y de alta difusión durante el Medioevo.
En el siglo XVI se reconoce en el papiro Ebers un verdadero tratado farmacológico, redactado en el siglo octavo de nuestra era en el Antiguo Egipto, donde los médicos egipcios intentaban paliar el dolor; en él se documenta el uso de semillas y raíces tales como el eneldo, la alholva, el mirto y la mandrágora.
Ese reservorio de misterios ha sido un mundo de intercambio de saberes. Si nos situamos en la Italia del siglo XIII, se debe considerar tanto la sociedad del norte y del centro como las más alfabetizadas de Europa. Ese desarrollo se produjo por la recuperación económica impulsada por el intercambio comercial de las Repúblicas Marítimas; y también a la fundación, unos siglos antes, de la primera universidad del mundo en Boloña y de la Universidad de Nápoles. Toda esta atmósfera inspiró sin duda a marinos, músicos, científicos y astrólogos, hombres que hacían del conocimiento un trueque cotidiano. Intercambiaban saberes y estaban fundando la historia del mundo futuro.
La ciudad de Boloña, precisamente, había visto nacer su universidad en el año 1088; constituyendo allí una escuela de cirugías dirigida por Hugo Borgognione de Lucca y su hijo Teodorico. Este último reunió los escritos de su padre, quien habiendo participado en la Cuarta Cruzada, tradujo textos médicos del árabe durante su estadía en Egipto. Teodorico se basó en los detalles de aquellas prácticas y en las indicaciones, por ejemplo, de la limpieza de heridas con vino; así como el método de utilizar la inducción a la somnolencia, (equivalente al empleo de la anestesia en la actualidad), mediante una esponja somnífera empapada en una mezcla de extracto de opio, beleño, mandrágora y otras drogas.
La literatura clásica nos brinda indicios sobre la preocupación de los antiguos no sólo por la vida sino por el alma. Se entra entonces en un mundo donde quienes incursionen en su lectura no pondrán en duda las situaciones relatadas porque ellas serán aceptadas dentro de contextos en los que todo es posible.
Se inicia el recorrido por Ilíada donde la necesidad de aplacar el dolor del cuerpo y del alma aparece cuando se mencionan plantas narcóticas. En el Canto IV al producirse la violación de los juramentos, Agamenón revista sus tropas. Allí, Macaón –el médico─ conmovido ante tal situación, atraviesa el campamento aqueo y llega junto al herido Menelao, arranca la flecha pero al tirar de ella desató el cinturón y vio la magnitud de la herida:
CANTO IV
208 “Así dijo, y Macaón sintió que en el pecho se le conmovía el ánimo. Atravesaron, hendiendo por la gente, el espacioso campamento de los aqueos; y llegando al lugar donde fue herido el rubio Menéalo (éste aparecía como un dios entre los principales caudillos que en torno de él se habían congregado), Macaón arrancó la flecha del ajustado cíngulo; pero al tirar de ella, rompiéronse las plumas, y entonces desató el vistoso cinturón y quitó la faja y la chapa que habían hecho obreros broncistas. Tan pronto como vio la herida causada por la cruel saeta, chupó la sangre y aplicó con pericia drogas calmantes que a su padre había dado Quirón en prueba de amistad (…)[2]
Las heridas y el dolor se transforman en una constante a consecuencia de las luchas. En el Canto V continúa la búsqueda de una solución para sanar las heridas. Es entonces en la principalía de Diómedes donde su lanza no distinguirá la sangre del icor –se recuerda que los inmortales no tenían sangre─ El personaje no sólo se enfrenta a los dos más valientes troyanos sino que arremete con valor contra los dioses protectores. Al final del canto V, se encuentran Diomedes, Pándaro y Eneas: el primero, ataca y le daña el ijar, pero aquel le atraviesa la boca con una lanza. Eneas, baja del carro para recuperar el cadáver de Pándaro, y Diomedes le hiere de una pedrada. Afrodita, viendo que su hijo queda indefenso, acude en su ayuda, circunstancia que aprovecha el argivo para atacar y herirla en la mano: sólo la aparición de Apolo, que envuelve la escena con una nube y rescata a Eneas, impide la derrota del hijo de Anquises.
Canto V
Hablará Dione, la madre de Afrodita; esta ha sido herida en una mano por la lanza de Diomedes y de esta herida brota icor:
416 Dijo, y con ambas manos restañó el icor; la mano se curó y los acerbos dolorosos se calmaron. Atenea y Hera, que lo presenciaban, intentaron zaherir a Zeus Cronida con mordaces palabras; y Atenea, la diosa de ojos de lechuza, empezó a hablar (…) [3]
899 Dijo, y mandó a Peón que lo curara. Este le sanó, aplicándole drogas calmantes; que nada mortal en él había como el jugo cuaja la blanca y líquida leche cuando se le mueve rápidamente con ella, con igual presteza curó aquel al furibundo Ares, a quien Hebe lavó y puso hermosas vestiduras. Y el dios se sentó al lado de Zeus, ufano de gloria. [4]
Es interesante esta comparación de la leche cuajada porque despierta el interés de un buen número de alquimistas. Eustatio, arzobispo de Salónica (siglo XII) quien comentó toda la obra de Homero de manera detallada y minuciosa, explica en primer lugar que el jugo de la higuera es una savia que los griegos se servían como cuajo. Homero, en su obra, emplea el siguiente giro sin aparente intención poética: «La leche que pronto cuaja para aquel que la remueve». Desafiante línea que casi parece propia de un acertijo; pero no es así porque se sirve de una fórmula arcaica y poética (que podría significar por ejemplo: «se cuaja bajo los ojos de aquel que la remueve»); pero su intención es demostrar que el médico Peón es la personificación de lo que coagula. Por lo demás Peón podría significar algo así como: aquel que bate, que agita (Paiô)
CANTO VIII
En este canto, cuando los troyanos que estaban en ventaja deciden no retirarse y aguardar un día para coronar la victoria, se menciona la amapola que es ya conocida por sus virtudes narcóticas:
300 Dijo; y apercibiendo el arco, envió otra flecha a Héctor con intención de herirle. Tampoco acertó; pero la saeta se clavó en el pecho del eximio Gorgitión, valeroso hijo de Príamo y de la bella Vastianira, oriunda de Esima, cuyo cuerpo al de una diosa semejaba. Como en un jardín inclina la amapola su tallo, (…) [5]
Esto testimonia que eran conocidas e identificadas las especies a ser utilizadas para usos medicinales; aunque en este caso se la mencione solamente quizá como imagen estética en un espacio forestal.
CANTO XI
Al final del Canto dedicado a la principalía de Agamenón, se mencionan raíces medicinales procesadas manualmente para uso inmediato:
837 Patroclo: — ¿Cómo acabará esto? ¿Qué haremos héroe Eurípilo?— Iba a decir al aguerrido Aquiles lo que Néstor, protector de los aqueos, me encargó; pero no te dejaré así, abrumado por el dolor. [6]
842 Y tomando al pastor de hombres por el pecho, llevólo a la tienda. El escudero, al verlo venir, extendió en el suelo pieles de buey. Patroclo recostó en ellas a Eurípilo y sacó del muslo, con la daga, la aguda y acerba sangre, espolvoreó la herida con una raíz amarga y calmante que previamente había desmenuzado con la mano. La raíz le calmó todos los dolores, secóse la herida y la sangre dejó correr. [7]
CANTO XIV
Los ungüentos utilizados aparecen en estos textos. Puntualmente, en el momento del engaño de Hera a Zeus, donde relata Homero sobre los poderes de la divina diosa de ojos de novilla y sobre el poder hipnotizante de las esencias. Se deja entrever también la cosmovisión de lo mágico, la persuasión, el poder renovado de la palabra:
153 (…) Sin perder un instante, fuese a la habitación labrada por su hijo Hefesto- la cual tenía una sólida puerta con cerradura oculta que ninguna otra deidad sabía abrir- entró, y habiendo entornado la puerta, lavóse con ambrosía el cuerpo encantador y lo untó con un aceite craso, divino, suave y tan oloroso que, al moverlo en el Palacio de Zeus, erigido sobre bronce, su fragancia se difundió por el cielo y la Tierra. (…)[8]
CANTO XIX
En Ilíada los protagonistas parecen transitar un mundo en busca del saber. Se mencionan los alimentos y bebidas de los dioses en el Canto XIX. Es la embajada de Aquiles y el momento de las súplicas:
29 Tetis, la de argénteos pies, dirá:
“Hijo, no te turbe el ánimo tal pensamiento. Yo procuraré apartar los importunos enjambres de moscas, que se ceban en la carne de los varones muertos en la guerra. Y aunque estuviera tendido un año entero, su cuerpo se conservaría igual que ahora o mejor todavía. Tú convoca al ágora a los héroes aqueos, renuncia a la cólera contra Agamenón, pastor de pueblos, ármate enseguida para el combate y revístete de valor.[9]
37 Dicho esto, infundióle fortaleza y audacia, y echó unas gotas de ambrosía y rojo néctar en la nariz de Patroclo, para que el cuerpo se hiciera incorruptible.[10]
Este breve recorrido por Ilíada, en busca de indicios sobre aquéllas pócimas, motivó a la relectura de otro texto homérico: Odisea. Ambos relatos son adjudicados al rapsoda de cual siete ciudades griegas disputaron su nacimiento.
En este texto conviven las hierbas narcóticas y las medicinales de manera natural.
CANTO IV
Homero menciona el uso de una poción que podría ser similar a la mezcla de opio y vino, y cuyo efecto lleva al olvido de las tristezas:
219 “Entonces Helena hija de Zeus, ordenó otra cosa. Echó en el vino que estaban bebiendo una droga contra el llanto y la cólera, que hacía olvidar todos los males. Quien la tomare, después de mezclarla en la crátera, no logrará que en todo el día le caiga una sola lágrima en las mejillas, aunque con sus propios ojos vea morir a su madre y a su padre o degollar con el bronce a su hermano o a su mismo hijo. Tan excelentes y bien preparadas drogas guardaba en su poder la hija de Zeus por habérselas dado la egipcia Polidamna, mujer de Thos, cuya fértil tierra produce muchísimas, y la mezcla de unas es saludable y la de otras nociva. Allí cada individuo es un médico que descuella por su saber entre todos los hombres, porque viene del linaje de Peón. Y Helena, al punto que tuvo echada la droga, mandó escanciar el vino y volvió a hablarles (…) [11]
CANTO IX
Calipso le dice a Odiseo, para retenerlo, que olvide Ítaca; y lo hace con tiernas y seductoras palabras envueltas en promesas que provocan en el héroe tantos interrogantes como los que él astutamente empleara a diario. En el original griego, el verso es una aliteración basada en la repetición de sonidos con sigma (parecido a S) un sonido mágico, para ser usadas en esa repetición que va desde la ternura a la seducción. Es en el mismo Canto IX cuando llegan al país de los lotófagos, que el poeta advierte que algo está sucediendo y sigue sus premoniciones:
93 pero les dieron de comer loto, y cuando probaron este fruto,
dulce como la miel, ya no querían llevar noticias ni volverse.[12]
CANTO IX
Llegados al país de los lotófagos, el poeta subraya la alegoría del olvido como un recorrido que diríamos hoy de introspección. A este país de los lotófagos, los antiguos lo ubican geográfica-mente como una población lejana; posiblemente situada en el nordeste de lo que sería África. Allí se menciona el alimento de la población: las flores de loto, que en la Antigua Grecia eran consideradas como “la fruta de los dioses” o “dios pyros” (trigo de Zeus):
87 Y después que hubimos gustado los alimentos y la bebida, envié algunos compañeros—dos varones a quienes escogí e hice acompañar por un tercero que fue un heraldo— para que averiguaran cuáles hombres comían el pan de aquella tierra. Fuéronse pronto y juntáronse con los lotófagos, que no tramaron ciertamente la perdición de nuestros amigos; pero les dieron a comer loto, y cuanto probaban este fruto, dulce como la miel, ya no querían llevar noticias ni volverse; antes deseaban permanecer con los lotófagos, comiendo loto, sin acordarse de volver a la patria (…) [13]
CANTO X
En tierras de Circe dirá Odiseo a Euríloco que se quede comiendo junto a las naves, pero que él irá hacia donde la necesidad lo envía. Puntualmente, la presencia de las drogas y los efectos que ellas producen, nos advierte sobre las visiones, las transformaciones que esos ojos obnubilados presencian.
En estos dos pasajes muy precisos podemos percibir ese clima enrarecido por la incertidumbre:
233 (…) Cuando los tuvo dentro, los hizo sentar en sillas y sillones, confeccionó un potaje de queso, harina y miel fresca con vino de Pramnio, y echó en él drogas perniciosas para que los míos olvidaran por entero la tierra patria. Dióselo, bebieron, y, de contado, los tocó con una varita y los encerró en pocilgas.[14]
Será Hermes el encargado de advertir al héroe y le narrará los pasos que sufrirán quienes a Circe se acerquen. Por ello, le propone un antídoto:
286 (…) Ea, quiero preservarte de todo mal, quiero salvarte: toma este excelente remedio, que apartará de tu cabeza el día cruel, y ve a la morada de Circe cuyos malos intentos he de referirte íntegramente. Te prepara una mixtura y te echará drogas en el manjar; mas, con todo eso, no podrá encantarte porque lo impedirá el excelente remedio que vas a recibir (…) [15]
Hermes, el mensajero, cubre a Odiseo de los artilugios de Circe. Odiseo narrará en primera persona cómo se obtiene el antídoto:
302 “Cuando así hubo dicho, el Argifontes me dio el remedio, arrancando de tierra una planta cuya naturaleza me enseñó. Tenía negra la raíz y era blanca como la leche su flor, llamándola moly los dioses, y es muy difícil de arrancar para un mortal; pero las deidades lo pueden todo. [16]
Hacia el mundo latino
El mundo latino también aplicaba pócimas y su literatura da fe en algunos textos. Virgilio Marone, el gran poeta mantovano nacido en el año 70 a.C, aquel ilustre guía de Dante Alighieri, describirá en su obra máxima La Eneida, pasajes relativos a las actividades médicas. En el Libro VII se produce una especie de nuevo inicio de la obra, ya que Virgilio se remite a la presencia de los exiliados troyanos en la región del Lacio, un hecho político-social de importancia. Aquí Hipólito morirá y resucitará gracias a las denominadas hierbas peonias, encontradas por el médico de los dioses:
CANTO VII
Después de muerto por su madrasta, Hipólito resucitó con “hierbas de Peón”. Peón, insigne médico tracio que da nombre a las hierbas pero que no interviene en la acción de esta obra.
CLIV
Es fama que después sin ventura,
Por traza infame de madrastra fiera
Y de padre cruel sentencia dura,
Fue Hipólito arrastrado en la ribera
Por caballos sin freno, el aura pura
Tornóse a alzar y al superna esfera,
Por merced de Diana y su cuidado
Con médicas raíces reanimado.
CLV
Miró indignado el padre omnipotente
Que un hombre de los reinos infernales
Volvióse asó con apacible frente
A la luz y a los hálitos vitales,
Y ráfaga flechó de fuego ardiente
Contra el de ciencia tanta y hierbas tales
Sabio descubridor, hijo de Apolo,
Y en las estigias aguas sepultóle.[17]
CANTO XII
Eneas es herido por una flecha y lo cura el médico Yápix, que, recogido hacia atrás su manto a la manera de los alumnos de Esculapio, le aplica las poderosas hierbas de Febo. Y Venus, condolida del inmenso dolor de su hijo Eneas, que ha sido herido por una flecha, va a recoger al monte Ida de Creta “las vellosas hojas y la purpúrea flor del díctamo bien conocido de las cabras montesas”. Venus la deslíe en agua en una copa y rocía el remedio con el saludable zumo de la ambrosía, lava la llaga y desaparece de pronto todo dolor. Estos son los versos que contienen ese proceso de sanación:
LXXXI
Remángase la veste el buen anciano
Al uso de Peón; y con discreta
En balde aplica y diligente mano
Hierbas divinas de virtud secreta;
El encarnado hierro tienta en vano;
Con tenaza mordaz tal vez lo aprieta.
¡Ah!, no da el almo Apolo traza alguna,
Ni encamina el conato la fortuna.[18]
LXXXIII
Venus, en tanto, del afán movida
Que el corazón materno le atormenta,
Díctamo coge en el cretense Ida;
Hierba que allí lozana se presenta,
De pubescentes hojas revestida;
Flores la cubren de color sangrienta,
Y pace de ella la silvestre cabra
Si cruda flecha su espinazo labra.
LXXXIV
La raíz salutífera recata
Encubierta la diosa en nube umbría,
Llega, y en modo oculto agua trata
Que en limpísimos vasos puesta; hervía;
Virtud comunicándola, desata
El díctamo, y el zumo de ambrosía
Que las fuerzas vivifico recrea,
Esparce, y odorante panacea.
LXXXV
Con esta linfa Yápix, que no sabe
La merced de la diosa recibida,
Lava la llaga: al punto, pues, el grave
Dolor huye del cuerpo; en la honda herida
Restañase la sangre; ya suave
Tras la mano la flecha no traída
Saliendo va; y el adalid doliente
Todas sus fuerzas reintegrarse siente [19].
En la búsqueda
¿Por qué en muchas obras universales se testimonia el acercamiento al mundo vegetal? ¿Qué lleva a ese espacio-tributo, locus o topos donde dioses, héroes, mortales y ninfas dialogan literariamente? Quizá todos estos símbolos sean motivaciones que estimularon el mundo de las virtudes donde simbólicamente los Olímpicos como Démeter, Dioniso, Atenea, Apolo y Afrodita en primera línea, sean poseedores del misterio que los escritores a través de los siglos encontraron para escribir sobre aquello no dicho. Los dioses mencionados no serán los únicos porque la literatura latina presentará a Flora, Pomona y Vertumno.
En Grecia y en la Magna Grecia la literatura ha podido nutrirse de tantas figuras mitológicas y reconocerles ciertos atributos en el campo medicinal con el solo propósito de llevar alivio al sufrimiento de héroes y mortales. Demeter, en su doble función de protectora y cultivadora de tierras en Eleusis, Sicilia, Creta, Tracia y en el Peloponeso, proporcionará, según asegura Pierre Grimal, amapolas, aciano y adormideras, plantas vinculadas a su labor de sembradora.
En La Odisea en la rapsodia IV, Helena, para calmar la aflicción de Telémaco diluye en el vino una droga similar al opio (amapola); esto se conoce gracias al escrito del historiador del siglo I, Diodoro Sículo o de Sicilia; quien en el tomo I de su Biblioteca Histórica, hará mención a dicho fármaco denominandolo nepentes:
“Como prueba de la presencia de Homero en Egipto se aducen varias evidencias, y, en especial, la droga que proporciona el olvido de todos los males, que fue dada a Telémaco por Helena en casa de Menelao. Es manifiesto que el poeta había adquirido un conocimiento exacto de la droga nepenthes, la cual dice que Helena consiguió en la Tebas egipcia habiéndole sido proporcionada por Polidamna, la mujer de Ton; además se alega, incluso hoy las mujeres de esta ciudad emplean este remedio, y se dice que en tiempos antiguos una droga para curar el miedo y la tristeza fue descubierta en principio entre las mujeres de Diospolis; pero Tebas y Diospolis, se añade, son la misma ciudad”.[20]
Apuleyo, en el siglo II, en un episodio de El asno de Oro, describe una sustancia y nombra la droga que la literatura tomaría como símbolo afrodisíaco:
“Cuando este malvado trataba de comprar el veneno fatídico, como no creo que se ajuste a los principios de mi oficio el provocarle a alguien la muerte, sino que estoy convencido de que la medicina tiene que procurar la salud de los hombres, y como temía que con una negativa rotunda le ponía en el camino del crimen –porque muy bien podría comprar la pócima fatal en otro sitio o matarlo en última instancia con espada o lanza–, le di en realidad una droga adormidera, la mandrágora, conocida por sus propiedades de aletargamiento y porque provoca un adormecimiento muy parecido a la muerte”.
Teofrasto (filósofo y botánico griego, siglo IV-III a. C), también hace su aporte con impresiones sobre la mandrágora:
“[…] hay que trazar tres círculos a su alrededor con una espada y hay que cortarla mirando hacia el oeste. Cuando se corta el segundo trozo, hay que danzar en torno a ella y decir retahílas de palabras en torno al amor carnal”[21].
El mismo autor hará referencia al estramonio en su libro De Historia Plantarum (IX, 8,6) que según aducía, solucionaba problemas de la psique:
“La especie que origina locura y que unos llaman estramonio y otros perittón tiene una raíz blanca, hueca y de un codo aproximadamente de longitud. De ésta se le da al enfermo una dracma, si se presenta con aspecto festivo y se considera así mismo persona excelente; pero, si está loco de remate y padece alucinaciones, hay que darle dos dracmas, pero, si no cesa en su insania, tres, y dicen que hay que mezclar con esta cantidad jugo de centaurea salonitiana.”[22]
Ovidio, el poeta latino que vivió entre el I siglo a.C y el I d.C, le da un carácter también ritual a la adormidera, vinculado a las conquistas amorosas. Si bien hace referencia a la boda de la diosa con Vulcano, la aplicaría para hacer uso deliberado de este psicofármaco:
“Que no avergüence tomar adormidera triturada con leche blanca […]. La primera vez que la diosa Venus fue conducida ante su deseoso marido bebió esto”. [23]
A Dioniso, más allá de la vid, se le atribuye la hiedra; y esta adquiere una dimensión simbólica al ser relacionada con la inmortalidad por su frescura a lo largo de las estaciones del año, su incidencia en la actividad cardíaca; pero que ingerida en exceso, producía embriaguez extrema como les sucede a Las Bacantes.
La literatura clásica fue incorporando las hierbas anestésicas que aparecían ofrecidas por las divinidades a los hombres; pero también aquellas que eran utilizadas para calmar el sistema nervioso entre los mortales.
Los griegos utilizaban dos vocablos para denominar estas drogas: psyché y trépo que unidos formarían la palabra conocida como psicotrópicos. Es Platón, en El Banquete, que introduce ese estado de methyon, de pérdida de la realidad. En la historia, Heródoto, en el siglo V, narra un pasaje sobre el uso del cáñamo en los funerales de los escitas:
“… toman las semillas del cáñamo, se deslizan bajo los toldos de lana y, acto seguido, arrojan la semilla sobre las piedras candentes. […] la semilla exhala un perfume y produce tanto vapor que ningún brasero griego podría superar semejante cantidad de humo. Entonces, los escitas, encantados con el baño de vapor, prorrumpen en gritos de alegría” [24].
Dioscórides, médico, farmacólogo y botánico del Imperio Romano, expresa el poder de la adormidera y su inducción al sueño de este modo tan preciso:
“Si se da un poco de su simiente a un hombre de complexión delgada, le hará dormir para siempre. […] Es un veneno sabroso; no debemos administrarlo, solo cuando los dolores son muy inclementes. […] Tan fuertemente debilita las fuerzas que pone la vida en una balanza”.[25]
Plutarco, a su vez, hará referencia en De Isis et Os, a un incienso que estimula la mente:
“El Kyphi es perfume cuya mezcla está compuesta de diez y seis especies de substancias: miel, vino, pasas, juncia, resina, mirra, palo-rosa, seseli; se le añade lentisco, brea, junco oloroso, romaza, y, además de todo eso, enebro gigante y enano (porque ya sabéis que hay dos especies), cardamomo y cálamo. Estos diversos ingredientes no se mezclan al azar, sino, de acuerdo con fórmulas indicadas en los libros santos, que se leen a aquellos que preparan este perfume a medida que mezclan las substancias que lo componen. En cuanto al número diez y seis, parece haber sido adoptado a propósito, puesto que es el cuadrado y el único entre todos cuya figura, al tener todos sus lados iguales, ofrece un perímetro igual a su área, aunque esta propiedad desde luego no importa al efecto esperado. Pero, como la mayor parte de esas substancias mezcladas tienen virtud aromática, de ellas se desprende un soplo suave y salutífero. Bajo sus influencias, el estado del aire cambia, y el cuerpo, suave y agradablemente bañado por sus emanaciones, se deja caer en el sueño adquiriendo disposición evocadora. Las aflicciones y vehemencias producidas por las inquietudes cotidianas se debilitan como lazos que se aflojan, disipándose sin la ayuda de la embriaguez para recibir ensueños, se pulen y bruñen como un espejo. El efecto obtenido es tan purificador como el que alcanzaban, pulsando la lira, los pitagóricos antes de entregarse al sueño, apaciguando y encauzando de este modo el elemento instintivo y apasionado de su alma.” [26]
Este es un pequeño puente hacia las hierbas que motivaron páginas y que pasaron a ser parte de ese mundo donde el pasaje de la creación literaria al misterio, sucede naturalmente ante los ojos de los lectores reforzando el halo de magia de las grandes obras. La Nada se vuelve entonces el espacio de encuentro en el que mortales y dioses renuevan los votos para mantenernos activos como lectoras y lectores. La distancia que nos separa es inmensa, pero sabemos que en esos escritos reposa la Humanidad. En las lecturas clásicas se encuentra la paradoja de lo humano que no ha cesado en el transcurso del tiempo.
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[1] Homero, Ilíada, Odisea, Himnos, versión directa y literal Luis Segalá Estalella. Barcelona, España, 1943.p513.
[2] Op. Cit . Canto V p 84
[3] Op. Cit .Canto V p101
[4] Op.Cit . Canto V p 111
[5] Op. Cit. Canto VIII, p 141
[6] Op.Cit. Canto XI p 194
[7] Op . Cit. Canto XI p 194
[8] Op. Cit. Canto XIV p 228
[9] Op. Cit. Canto XIX p.p 29-30
[10] Op. Cit Canto XIX p 30
[11] P. Cit. Canto IV p 436
[12] Op. Cit Canto IX p194
[13] Op. Cit Canto IX p 494
[14] Op. Cit Canto X p 510
[15] Op. Cit. Canto X p 511
[16] Op. Cit Canto X p 512
[17] Virgilio, Eneida. Traducción Miguel Antonio Caro. Editorial Universidad de Guanajuato., México, 2018.p
[18] Op. Cit Libro XII p 350
[19] Op. Cit. Libro XII p.350-351
[20] https://pocimae.blogspot.com/2014/03/la-farmacologia-neurotoxica-en-el.html
[21] Ibídem
[22] Ibídem
[23] https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-antigua/20170320/47311065710/las-drogas-en-grecia-y-roma.
[24] Ibídem.
[25] Ibídem.
[26] https://pocimae.blogspot.com/2014/03/la-farmacologia-neurotoxica-en-el.html